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Misterioso pasaje de lo privado a lo público. Sentimientos íntimos que terminan expresándose en el lugar más colectivo de una ciudad, la calle. ¿Que motivaciones, expectativas, frustraciones guiarán a los enamorados a hablar en los muros?
¿Que es lo que impulsa la necesidad de hablar sobre el amor, de defenderlo como sentimiento valioso en este contexto urbano (y global) tantas veces frío, agresivo y desamorado? El amor en el muro, desde una perspectiva conceptual, refleja y acompaña la revalorización del amor en el espacio público.
Según una legendaria historia otomana, Sirin se enamora de Hursev en el momento en que contempla la cara de éste en un retrato que, no por casualidad, había sido colgado en la rama de un árbol en medio del bosque. Es la imagen de Hursev la que despierta el enamoramiento de Sirin. En nuestra historia no hay bosque, hay ciudad. Tampoco hay retratos pero si amores que intentan construirse a través de la representación, con imágenes y palabras. En medio del ruido, del acelere propio de las urbes, el tráfico, los bocinazos y el frenesí cotidiano el amor cortés se renueva.
No son cartas, ni flores, no hay trovadores debajo de los balcones ni caballeros con armaduras dedicando batalla a sus amadas o bautizando ciudades con sus nombres. Son ellos y son ellas, son ilusiones y declaraciones apasionadas, son propuestas exaltadas y manifestaciones tímidas, son la puesta en escena del amor, del sentir, del desear, del querer.
La hazaña del amante urbano consiste en exteriorizar sus sentimientos inscribiéndolos en las paredes del barrio, en veredas, en cortinas metálicas, detrás del mensaje hay alguien que espera. En el corazón pintado en la pared, metonimia amorosa por excelencia se concentra la tensión de quien lo entrega, su destinatario será quien tal vez lo acepte y lo cuide, juegue con él o lo rechace. En ese corazón va el todo.
¿Quiénes serán estos enamorados que ponen sus sentimientos en la calle a la vista de todos?
En la mayoría de los casos no sabemos sus nombres. Desconocemos sus encuentros y desencuentros.
Sólo tenemos sus trazos, las huellas de sus pasiones convertidas en imágenes, las chorreaduras del mensaje apurado, las letras borroneadas de un amor remoto, las líneas firmes de una propuesta inequívoca y corazones, muchos y diversos.
Corazones que se propagan a través de las paredes, que interfirieren en nuestro peregrinar cotidiano, y que enredándose con nuestras miradas hacen un guiño fugaz a nuestros propios sentimientos y se convierten en una invitación callejera a pensar en el amor.
¿Será que el amor se abre paso a través de las manos de quien lo escribe en la pared?
Cada imagen es un fragmento de una historia inaccesible para nosotros, podemos ensayar tramas, imaginar a sus protagonistas y conjeturar desenlaces. Lo que no podemos negar es que estas manifestaciones son afirmaciones visuales de sujetos que aman.
María Julia Alba nació en La Plata. Se graduó como profesora en Historia de las Artes Visuales de la Facultad de Bellas Artes, UNLP. Trabaja como docente en dicha unidad académica y en el Liceo “Víctor Mercante”. Ha participado en diferentes proyectos de investigación y forma parte del staff del Museo de Arte y Memoria de La Plata.